sábado, 21 de febrero de 2004

Se busca novia

El Mundo - 21/2/2004

Para Cardenales de Lara (que los dioses lo bendigan) jugar en Venezuela se ha convertido en un karma que deben sobrellevar en bien de la juventud venezolana, que no tiene la culpa de que haya tantos equipos chimbos en nuestra pelota, bueno, sólo siete. Para complicar más la vida de los pájaros rojos, la situación política definida en el 15 de agosto ha representado para el conjunto un obstáculo más con que lidiar como es la escogencia de su novia. Pero antes de tocar este punto, vayamos a la parte beibolística. Usar la palabra béisbol para referirnos a lo que hace el glorioso equipo cuando juega en la pelota criolla es realmente una benevolencia de parte nuestra. En efecto, el lector inteligente estará de acuerdo con nosotros en que Lara se rebaja cuando compite con unos equipos, por ejemplo, que se autodenominan felinos. Los rayados a duras penas clasifican para AA. Su gran mérito es esa gran fanatizada, engañada por cierto, que tienen y que los acompañas en la buena y las malas, más las segundas que las primera. Los otros felinos, que si acaso clasificaría para una tercera A, son unos gatitos que quisieran tener melena; su única bondad: tener un estadio sito en la Alma Mater por definición de la nación. Vayamos a los otros participante de la pelota local. No deberíamos gastar mucha tinta en los caribeños, sabemos que ellos ven al insigne Cardenales de Lara (que Dios los tenga en su gloria) como al maestro que los está enseñando a jugar. Con los del litoral, hay que repetir el manido lugar común, son unas simples sardinitas boqueando por falta de aire debido a no estar a la altura de los juegos con los seis equipo principiantes; al jugar con los rojos, simplemente no ven luz. Pero tienen su punto: el haber recibido al gran Aparicio cuando ya no tenía cabida en el Zulia. De los aguiluchos, en verdad que siempre tendrán un sitial en el torneo local, no por su calidad, sino porque su hinchas son los más alegres del país, exceptuando los larenses, aunque jugar con ellos se parece a un torneo de pelotica de goma. Unas pocas palabras de los navegantes, su característica: vararse en cualquier puerto donde atracan. Sobre el equipo llanero, este tuvo la viveza de tomar el nombre de la patrona barquisimetana, y por ello nos esmeramos en que aprendan cuando juegan con nosotros. Se preguntará el lector objetivo, que de paso es cardenalero, ¿por qué seguimos en esta pelota tan disminuida? Simple, estamos esperando a que se conforme la Liga Profesional del Caribe. El equipo larense fue invitado a ingresar a la Grandes Ligas, pero por ahora la ampliación con equipos extranjeros ha sido postergada. Vayamos al 15 de agosto. La madrina del glorioso Cardenales de Lara (que los dioses sean benevolentes con ellos) siempre tiene que ser una primera dama o ex primera dama, como es ahora. Ahora, al ocurrir lo que pasó en la fecha mencionada, el equipo podría estar diecisiete años sin novia, salvo que el presidente se case de nuevo o que sepamos quien será su sucesor. Por lo años que faltan no es fácil prever lo segundo, si lo supiéramos, ya habríamos nombrado la esposa de este como nuestra reina, o a unas de sus hijas. Para finalizar, regresemos al deporte. Tenemos una pregunta sencilla para un rojo, pero seguro que los fanáticos de los otros equipos tendrán dificultades en contestarla. Es simple; ¿se puede hacer pisicorre con dos outs? Amigo lector, la respuesta es sí, pero si no entiende, búsquese un larense, que se lo explicara de una manera sencilla.

Marcial Fonseca

lunes, 2 de febrero de 2004

Cuestión de disciplina

El Mundo - 2/2/2004

La población de Barquisimeto de inicio del siglo anterior había sido diezmada por la peste y se salvó de desaparecer completamente, gracias a la intervención de la Divina Pastora. Todavía se recuerda el dantesco cra cra cra de las carretas mortuorias camino al cementerio, con su carga de víctimas de la plaga, muchas de ellas agonizantes. Aun así, la ciudad se movía a ser la encrucijada comercial de Venezuela. En ese entonces, una familia alemana estableció un comercio muy moderno para la época: no había mostradores; los clientes entraban en contacto con la mercancía. El negocio era custodiado por unos animales entrenados para seguir órdenes, procedimientos, ser disciplinados. El almacén ocupaba una manzana completa. En la parte posterior había una habitación que era dormitorio y cocina del empleado que atendía a los perros. Estos tenían una jaula adyacente a la pieza del cuidador. La ventana del cuarto daba al patio del negocio. Los animales eran unas fieras traídas de Europa, adiestrados para matar. En actitud cazadora rondaban el perímetro del establecimiento de seis de la tarde a seis de la mañana; descansaban el resto del tiempo en su jaula. El único contacto humano era con el perrero. La comida era carne hervida y servida, a temperatura ambiente, a la una de la mañana. Metódicos que eran, los alemanes le suministraron al encargado un reloj despertador, le enseñaron a leer la hora y a manipular el artefacto. Sonaba a las 12:45 a.m. El cuidador despertaba, tomaba la olla con la carne hervida cinco horas antes, pasaba las rejas, salía al patio y les servía en una artesa. Por supuesto, una leyenda corrió por toda la ciudad. Que si medían dos metros, que si los ojos eran rojos, que si partían el fémur de una dentellada. El perrero, con su silencio, corroboraba todos los rumores. La novia insistió en que le contara la verdad. Le propuso, luego de meditarlo, que la llevaría a conocerlos, pero tenía que ser al filo de la medianoche. Ella, sin malicia, consintió. La muchacha llegó a las diez. La velada fue hablar del reloj; era también el segundo que ella veía, el otro, el de la Catedral. Cuando sonó el despertador, el novio, con donaire, piso la sordina y luego le pidió a ella que se colocara en la ventana y mirara en dirección al comedero. Los animales estaban esperando. Él salió con la comida y cuando se inclinaba para depositar la carne, los perros atacaron y lo descuartizaron; la mujer estaba aterrorizada. El autor pensó cerrar la historia aquí, dejando al desgaire el porqué lo mataron. Habrá los que dirán que la habían olido, que no es la respuesta; o peor, los mente sucia, que él olía a sexo de mujer; no. Las fieras, acostumbradas a una férrea disciplina, no entendieron por qué el que los alimentaba no estaba en interiores, con alpargata y la olla en la mano, que era como siempre se les presentaba.

Marcial Fonseca

lunes, 26 de enero de 2004

Cae el próximo once de abril

26/1/2004

Le viene a la mente el 2006? Entonces será el 16; usted es un patriota y piensa en el 2021, la respuesta es 4, y del mismo mes. Y es que el Domingo de Resurrección siempre se desplaza entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Y déjeme decirle que si usted al leer el título pensó en otra cosa, no está viviendo la historia. Ahora pasemos al porqué de la movilidad de la Pascua Católica. Vayamos al Concilio de Nicea, 325 D.C., cuando la Iglesia decide poner orden al caos irreverente que había con la celebración de la Semana Mayor. En efecto, los feligreses preferían celebrar el Viernes Santo cercano al Pesaj de los judíos. Y para la Jerarquía de Roma, que ya estaba haciéndose poderosa, el que los seguidores del Mesías se guiaran por el calendario de los “asesinos del Señor”, era una situación más que embarazosa, por ello, en este Concilio, y con el ánimo de diferenciarse de los “que tenían las manos manchadas con la sangre de nuestro Salvador” produjeron la fórmula: la Resurrección es el domingo que sigue a la primera luna llena que ocurre después del equinoccio de primavera, que era el 21 de marzo. La fecha más tardía para este plenilunio es 18 de abril. ¿Por qué se escogió una fórmula tan alambicada? Hay razones matemáticas, por decirlo de alguna manera, y razones religiosas. Entre las primeras, está el hecho de que Jesús murió un viernes cuando los judíos se aprestaban a celebrar su Éxodo, que es inmediatamente después del 14 de nisán, mes de la primavera, y como el calendario hebreo es lunar (esto es, el primer día del mes es luna nueva, y el catorce, luna llena), cuando Jesús fue crucificado, las noches estabas bellamente iluminadas. Los lectores se preguntarán por qué no fijaron la fecha exactamente para que no fuera una fiesta movible. La causa no es trivial. Expliquemos. Para empezar, el Señor murió el día anterior del 14 de nisán del año 33 D.C., esta fecha, en el calendario juliano equivale al 4 de abril; así que Cristo murió el viernes 3-IV-33. Resucitó al tercer día, que debía ser lunes; pero como los romanos, que eran los poderosos de entonces, contaban inclusivamente, fue domingo. Así, aquel 5 de abril fue el primer Domingo de Resurrección. Fijado de esta manera, sería simplemente Día de Resurrección, que no debía ser problema. Se pudo haber escogido el domingo más cercano al día de la muerte de Jesús, que tampoco implicaría dificultades; pero ambas selecciones tienen en común que no habría siempre luna llena. Y aquí está la parte religiosa: la Iglesia Católica, que ya había logrado la representación de Dios en la tierra gracias a su habilidad de absorber y mimetizar los dioses y ritos de los pueblos primitivos con los que entraba en contacto*, eligió un domingo que estuviese acompañado de una luna llena, de esa manera reverenciaba a la diosa Luna. Al dios Sol lo idolatran el 25 de diciembre. *Véase Los mandamientos de Moisés, Ed. Funsagu, 2002, Marcial Fonseca.

miércoles, 7 de agosto de 2002

El gatico del nieto

Tal Cual - 7/8/2002

En verdad, pensaba el bombero de guardia, que fueron emocionantes esos días de abril; vivirlos lo sumergió en la historia. El nada más había atendido treinta y siete incendios, dieciocho infartos callejeros, treinta partos en autobuses. Ahora, sin llamadas de emergencia, los gloriosos días se desleían en el fastidio. Lo único interesante era desenrollar y enrollar las mangueras, lavar las unidades o simplemente esperar una llamada de socorro. Iban dos semanas sin un carro incendiado, alguien atrapado en un ascensor o aprisionado por una nevera que bajaban por la escalera de un edificio. Por eso, cuando repicó el teléfono, se alegró. "Ojala sea algo bueno", pensó. De la bocina a duras penas salía una voz femenina, con el timbre argentino de los ancianos, que solicitaba ayuda sin especificar qué. Enternecido por lo tenue y delicado del susurro, pidió la dirección. Por si acaso, tomó la unidad mejor equipada: cisterna, escaleras de tres plumas y alcance de setenta y cinco metros, máquina defibriladora, bombonas de oxígeno, primeros auxilios, y por supuesto agua y espuma. La tripulación, él como comandante, eran seis profesionales deseosos de acción. La avenida Fuerzas Armadas estaba congestionada; un policía motorizado que estaba cerca, se ofreció para despejar el camino; a la altura de San José cruzan hacia el oeste. Al enrumbarse hacia las esquinas Cardones y La Ceiba, de La Pastora, ven a la abuelita, con su pelo blanco y una cara de angustia. "Si está afuera, es otro el accidentado". Ella, con voz lastimera le dice: "El gatico que me dio mi nieto se subió al guanábano, y no sabe cómo apearse". El jefe de la unidad se molestó. "Acá en Venezuela", dijo para sí mismo, "somos un país serio, no como los del norte o de Europa que están con esas pendejadas de bajar animales de los techos o esas bolserías de lavar garzas manchadas de petróleo derramado en el mar". Nuevamente la voz maternal hizo su efecto, y el bombero de guardia ordenó que la pluma de la grúa, con un bombero a bordo, bajara al gatico. Este, una vez en el zaguán, se perdió en los recovecos de la caraqueña vivienda. Ella en retribución, los invitó a un café y a un bienmesabe con buñuelo, por supuesto de elaboración casera. "Muchas gracias", no se cansaba de decirles, "si le hubiese pasado algo, yo me hubiera muerto de la vergüenza, no podría verle la cara a mi nieto; si ustedes lo conocieran, es el muchachito más inteligente y bello que hay, igualito a su padre. El quiere mucho a Teddy, así se llama el gatico, ¿dónde se habrá metido?, michi, michi, venga a darles las gracias; debe estar escondido, es muy tímido". Luego de compartir unos treinta minutos, los bomberos se despidieron de la abuelita. Ella se afanó en ubicar el gatico para que les dijera adiós a sus salvadores. Los funcionarios acompañaron el violento arrancar del camión con el ulular de la sirena, y por ello nadie oyó el agudo miau del gatico que se había refugiado debajo de las morochas del carro-bombero.

Marcial Fonseca

martes, 19 de febrero de 2002

La viuda negra

Tal Cual / Escribir y Publicar #28 (España) - 19/2/2002

Desde su adolescencia, se había dedicado a conocer el sexo femenino, sus pliegues, sus olores. Cuando veía una hembra, movía los ojos entre el bajo vientre y la cara; y siempre su imaginación traspasaba las telas. Las mujeres observadas se tapaban con la cartera o esquivaban la mirada. La que se asomó por la esquina lo impresionó. Hermosa, cabello negro y suelto, tez blanca, labios carnosos; caminaba con desenfado, la falda era ajustada al cuerpo y la frente de Venus no se notaba, brotaba. No recordaba haber visto algo igual. Empezó a pasear la vista entre la cadera y el rostro; la mujer respondió mirándolo a los ojos, que no lo amilanó, y luego ella se puso en el camino de él, éste sintió un ligero temor; pero siguió en su afán. Chocarían si alguno de los dos no variaba el rumbo. "Te aseguro que no has visto una más grande que ésta", le espetó ella y lo sorprendió; jamás había enfrentado una hembra tan osada. Debía pensar rápidamente una respuesta similar para demostrar que era un hombre en todos los terrenos. "Por supuesto que no he visto nada tan grande", contestó mientras buscaba una frase contundente que lo pusiese al mismo nivel de desparpajo, "pero te aseguro que no te la han besado como yo lo haría". Ella, que buscaba vencer a un atrevido del sexo opuesto, quedó perpleja. La respiración se le hizo más intensa de sólo pensar qué podría hacerle. Sintió un leve humedecer allá abajo. "Demuéstramelo. Yo vivo a la vuelta de la esquina"; "Vamos". Una vez en el lugar, él impidió que ella se lavara; le dijo que la esencia era el todo; la volvió a perturbar. La desvistió, la acostó; besó sus pezones y luego, con maestría, bajó a la negra montaña. Realmente era una bella colina. En la posición que estaban, la mujer se veía descomunal. Los vellos eran abundantísimos, esto le gustó a él; era extremista, el monte debía ser una verdadera maraña o un desierto, no le gustaban los términos medios. Olisqueaba, y en cada inhalación absorbía algo de ella; le abrió las piernas y le levantó los muslos; de lo profundo salió el perfume vital. Empezó a saborearla desde el inicio de las posaderas hasta el borde superior de los vellos. Un aroma cobrizo se amalgamó con el que salía del túnel natal y con el del sudor de las orillas. Restregó su cara por todo el sexo; regresó al reducto inferior, pasó por la gruta maravillosa y se detuvo en el botón sagrado; luego le separó los labios externos. Ella sentía que todo él era un pene y quiso corresponder, ser toda vagina, y concentrándose en los músculos uterinos empezó a succionar con fuerza; él ubicó la boca sublime, ella sintió que algo áspero empezó a penetrarla. Las manos todavía sostenían los pliegues; pero ya la nariz había encontrado su camino; la mujer siguió succionando; y el hombre, sumergiéndose, colocó sus brazos a lo largo de su cuerpo con lo que aligeró la entrada y desapareció por completo cuando sintió que los espasmos de ella coincidían con los suyos.

Marcial Fonseca

martes, 15 de enero de 2002

Recuerdos de una santa

Tal Cual - 15/1/2002

En los últimos meses, nuestra madre no rondaba por los pasillos de la casa; las bendiciones nos las impartía desde su lecho de enferma, donde la placidez de su rostro anhelaba una muerte que se acercaba distraída. El jardín mostró los efectos de su ausencia: un hermoso y esbelto mamón se derrumbó a los días de su partida. Ahora su impronta se presenta por ráfagas, envuelta en recuerdos desordenados; saltando de una época a otra. Por allá aflora la etapa de la primaria, cuando sutilmente nos exigía la lectura del libro de primer grado, porque aparte de progenitora, fue la maestra que nos enseñó a todos a leer, así como también a sumar, o a ser diligentes. La adustez desaparecía por el amor con que lograba que los números estuviesen correctos o las planas derechitas. Cuando teníamos que andar solos, y ya era bachillerato, en el corredor se oía, a las tres de la mañana, su venir para despertarnos de madrugada y así ser los mejores del colegio. Minutos después llegaba con una taza de café y un plato de tajadas. Mientras estudiábamos, ella se ocupaba de las otras tareas de la casa que alternaba con las confecciones de los pantalones, camisas o vestidos que vestirían a la familia. Las memorias pasan de Duaca a Siquisique. Una hermana nos dejó; las lágrimas de la madre cobijaron la desnudez de la hija y el intenso dolor hizo que sus huellas y las de nuestro padre se hicieran más comunes. Su carácter atemporal, y quizás por ello más consustancial con la realidad de la vida, nos lleva a un incidente callejero del marido que la preocupó; pero que supo encarar con entereza: le sirvió para enfrentar, días más tarde, a los hombres que buscaron venganza. Mi padre, en la intimidad de la alcoba, sugirió la posibilidad de pedir un traslado en el trabajo a otra ciudad. La respuesta fue que prefería un valiente muerto a un cobarde vivo. El autor evoca las reminiscencias anteriores desde que su madre, la señora Enoe, abandonara este mundo el pasado 24 de diciembre. Sus recuerdos y bondad nos acompañan.

Marcial Fonseca

martes, 18 de diciembre de 2001

Noticias del año 9948

Tal Cual - 18/12/2001

En el camino accedió a su correo interactivo, y se enteró de la próxima Cumbre del Pacífico. También leyó sobre el monstruo marino, que ya lo describían como un pulpo gigantesco. De su pasión, el fútbol, la noticia reseñaba que la Copa Mundial, a celebrarse en dos años, contaría con ciento cuarenta y cuatro países. Le vino a la mente que ya se había anotado en ocho quinielas en su oficina, y en cuatro, vía pannet. De las noticias, concluyó que el mundo seguía su giro normal. Leyó el mensaje del secretario de Asuntos Exteriores de su país que lo felicitaba por sus doce años en la Agencia. Pasó, después de leída la nota, al resumen de noticias externas. Los católicos seguían proponiendo que la reforma del calendario se llevara a cabo en el mes de octubre, no importaba el año, pero sí el mes. Farinha sabía el porqué de octubre. Era cuando había menos fiestas religiosas en la liturgia católica. Los protestantes consideraban esto un punto de honor. Las burlas que aparecían en la prensa por los artículos sobre su comportamiento cuando se hizo la reforma anterior, en el siglo XVI, milenio II, eran suficiente humillación y por ello no aceptaban que la fecha fuese impuesta por Roma. Los musulmanes y los judíos no presentaban mayores objeciones, ellos estaban acostumbrados a manejarse con dos calendarios, uno religioso y otro para las relaciones seculares. Le llamó la atención una noticia dentro de la sección de curiosidades, sobre Especuzuela, país este que quería iniciar una campaña diplomática para que en el mundo la volviesen a llamar Venezuela. El nombre lo había perdido, informalmente, en el siglo L, milenio V, cuando ya llevaban más de ciento setenta y cuatro revoluciones, doscientos quince golpes de Estado y nueve guerras civiles.

Todo porque el pueblo, soliviantado por sus líderes, creía que las alzas de los precios eran producto de los especuladores, nombre con que eran conocidos los comerciantes en la Venezuela de ese entonces. Ellos eran los culpables, opinaba el pueblo, de que el país estuviese al nivel de las islas de Papúa, Nueva Guinea. La noticia caía dentro de curiosidades porque hoy Especuzuela, ayer Venezuela, declaraba formalmente que los precios los dictaba el mercado. Esta declaración iba acompañada de la eliminación del Ministerio de Fijación de Precios de los Bienes de Consumo, que por cierto era más poderoso que el Ministerio de la Defensa. Con este paso importante esperaba recuperar su nombre, aunque quizás no los territorios que ya Brasil, Guyana y Colombia consideraban como suyos. El periodista cerraba el comentario dando esperanza a la batida diplomática, porque en el pasado había ocurrido algo similar. Turquía, en el siglo XX, milenio II, había reclamado, muy diplomáticamente por supuesto, al Gobierno japonés, que se estuviese usando la misma palabra, Toruko, para denominar a Turquía y a los sitios públicos donde los visitantes eran bañados por mujeres desnudas. El pueblo nipón, de suyo muy obediente, rebautizó a dichos sitios con otro nombre, muy gringo por cierto, soapland. Lo anterior es parte del libro de relatos La nube en el cielo, del autor de la crónica.

Marcial Fonseca