jueves, 28 de octubre de 2021
No sabe leer, pero sí contar
Desde que su madre lo dejó en la puerta de la escuela, a sus siete años, no sabía que aprendería tanto. Pronto, su timidez no le impidió disfrutar de lo que la maestra les explicaba sobre las letras, las sílabas. A medida que avanzaba, por allá en el tercer grado, aprendió que comer, cantar, amar se llamaban acciones; y que bonito, grande, audaz eran calificaciones. Aprendió lo engorroso de la conjugación verbal, sobre todo con ese sinsentido de vosotros amáis, vosotros coméis; nadie hablaba así.
Cuando en su casa compraron un televisor, y en el único canal transmitían de cuando en vez películas vaqueras, era imposible entretenerse con su vosotros no os mováis, o con jolines, vienen a por nosotros. Con las películas del cine no tenía dificultades porque su padre solo lo llevaba a ver las mexicanas; ya más crecidito aprendió que evitaba las otras películas por ser subtituladas.
El verso más conmovedor de la literatura universal
Para Jorge Luis Borges, la frase o verso de la literatura universal que más lo conmovió fueron los seis pies de tierra inglesa ofrecidos, y cedidos, al rey Harald III Hardrada de Noruega. El gran escritor conoció la frase en las sagas nórdicas de Snorri Sturluson. He aquí un resumen de lo escrito por el poeta islandés.
En el siglo XI, los hermanos y condes ingleses Tostig y Harold se enemistaron; el segundo logró que el monarca reinante expulsara al primero. Posteriormente, Harold asumió el reinado de Inglaterra y fue conocido como Harold II. Tostig, en su exilio, convenció al rey Harald III Hardrada de Noruega de que invadiera Inglaterra.
En las vicisitudes de la guerra, se encuentran frente a frente soldados a caballo de ambos bandos. Del lado inglés sale un grupo de jinetes a dialogar con el lado noruego.
lunes, 21 de noviembre de 2011
Otra anécdota de mi padre
Ahora una anécdota que cae en el mundo de lo escatológico.
Como saben, en Lara no tenemos playa, bueno, por ahí hay unos playones, pero eso es otra cosa. Retomando el hilo, a falta de playas, nos vamos a los ríos, bien equipados con cerveza, ron y cocuy, aunque parezca mentira únicos remedios para el frio nocturno y para sus acompañantes, los ruidosos mosquitos. Luego de repartirnos las tareas, mejor dicho que los adultos (mi padre y su compadre) nos dijeran a los muchachos que andábamos (mi cuñado y yo) qué hacer, a mí me tocó el sancocho del sábado. Gracias a las enseñanzas de mi madre, corté las vituallas, seleccioné el agua del rio en un lugar lejos de los bañistas; y había hecho un sabroso sofrito. Mi padre se sentó a mi lado mientras yo cuidaba la sazón del condumio. En eso una mosca, mejor dicho un moscardón de esos verdes cayó en la olla. De inmediato murió, inclusive las patitas, desprendidas, flotaban en el caldo. Rápidamente tomé un cucharón y la saqué, y a sus desparramados miembros también.
Mi padre, asquiento él, me dijo que él no iba a comer. Pero papá, me disculpé yo mientras sacaba lo que pudiera quedar del animalejo en la olla, vea, estoy sacando todo, hasta el agua que la rodea. No, hijo, insistió, yo no voy a comer eso. Papa, dije yo con una piedra salvadora, si la candela mata todo. Mi padre, pensativo y también buen jugador de dominó me espetó, Hijo, ¿usted se comería un mojón frito? Se me quitaron a mí también las ganar de comer sancocho.
domingo, 20 de noviembre de 2011
Una anécdota de mis padres.
viernes, 11 de marzo de 2011
Cialis
Marcial Fonseca
viernes, 4 de marzo de 2011
El veneficio
Marcial Fonseca