El Mundo - 16/3/2004
En verdad que en las probabilidades de ganarse un kino, además de remotas, es poco lo que uno puede hacer, salvo comprar el billete. Con el programa Quién quiere ser millonario es diferente. Si se lee cotidianamente la prensa, es casi seguro que se pueda al menos ganarse los cincuenta millones de bolívares. Esta nota, amigo lector, tiene como propósito ampliar su repertorio de respuestas por si tiene la suerte de pasar la barrera de la selección telefónica. Se presenta una serie de preguntas al estilo del espacio de televisión correspondiente a los segmentos dos y tres. Aquí están: 1) La estrofa “he regresado a Caracas como foete de arrear pavo” de la típica canción caraqueña El Norte es una quimera significa que vino: a) muy gordo, b) muy triste, c) muy pretencioso, d) muy flaco. 2) ¿Cuál de estas palabras presenta un error?: a) lechosa, b) pretensioso, c) intensión, d) prevee. 3) Si la primera son tus ojos; la tercera son tus ojos; la primera y la tercera son tus ojos; todas son tus ojos. ¿Qué es?: a) las pupilas y una hija, b) las pupilas y la mano derecha, c) las pupilas y la nariz, d) los párpados. 4) ¿Qué país latinoamericano tiene las caras de su bandera diferentes?: a) Ecuador, b) Uruguay, c) Chile, d) Paraguay. 5) La armadura usada por Don Quijote de la Mancha reposa en el: a) Museo de Prado, b) Museo Histórico de La Mancha; c) El Escorial, d) Museo Británico. 6) La fuerza que hace que los ríos en el hemisferio norte se coman más la orilla derecha de su ruta que la izquierda, se llama: a) de Newton, b) de Fonseca, c) de Hook, d) de Coriolis. 7) La catedral de Caracas, al igual que la de todas las ciudades planificadas por los conquistadores españoles, está ubicada en la Plaza Mayor en la esquina: a) sureste, b) noroeste, c) suroeste, d) noreste. 8) En los juegos olímpicos de Sydney, los pies de un nadador australiano medían 46 cm cada uno; si tuviera que comprar zapatos en Venezuela, la medida sería: a) 42, b) 52, d) 48, d) 69. 9) Las supuestas cenizas de Cristóbal Colón que reposan en un museo naval venezolano, fueron traídas desde Santo Domingo a Venezuela para la: a) catedral de Caracas, b) catedral de Maracaibo, c) catedral de Barquisimeto, d) iglesia San Juan Bautista de Duaca. 10) La duración promedio del año, expresada en día, en el trienio 1982-1984 fue de 365 y 1/3 por el día extra del año bisiesto 1984. ¿Cuál fue la longitud promedio para el trienio 1582-1584?: a) 365, b) 355, c) 3651/4, d) 362. 11) El pueblo La Mona, Carabobo, recibió a un presidente, el siglo antepasado, con una pancarta que decía: La Mona te saluda, que no agradó al mandatario, y por ello ordenó que le cambiaran el nombre a: a) Galia, b) Guzmanía, c) París, d) Libertad. Amigo lector, suerte en sus llamadas telefónicas para participar en el concurso, ahora puede revisar sus respuestas: siempre es la d), con excepción de la número 5, que no es ninguna de ellas. Don Quijote es un personaje ficticio.
Marcial Fonseca
martes, 16 de marzo de 2004
miércoles, 3 de marzo de 2004
La Libertad e Internet
El Mundo - 3/3/2004
El conjunto de computadoras en todo el mundo, unidas entre sí por una telaraña de conexiones, es lo que se ha llamado Internet. Una computadora personal, o próximamente el televisor, cierto equipamiento básico de telecomunicaciones, un suplidor de servicios que conecta, vía satélite, a un punto de la malla, permitirán accesar un mundo ilimitado de información. Por supuesto, ahí habrá desde pornografía hasta el facsímil de la primera edición de Don Quijote; desde la justificación de la acción de Bil Laden hasta los archivos del Vaticano. Internet tiene dos cosas realmente hermosas. La primera, es que la información que se obtiene es gratis (ojo, se necesita la infraestructura básica nombrada arriba, que tiene un costo, y por supuesto, conectarse a través de una llamada telefónica, por ejemplo. Hay otros costos por servicios adicionales como correo electrónico, foros, etc.; pero nosotros estamos hablando de la información asequible en las computadoras que tejen la red). Pasar desde la página web de El Mundo a la de una universidad norteamericana y de ésta a la de la CIA, no cuesta nada. Podemos decir que estamos ante el laberinto borgiano, con la ventaja de que los métodos de selección del material de lectura son mucho más expeditos: basta colocar una palabra clave en algo que han dado por llamar buscador e inmediatamente tendremos todos los documentos contentivos de dicha palabra o concepto. Siempre podría cuestionarse los volúmenes que conforman esta biblioteca. La segunda cosa que lo hace único es que es libre; no hay control de nadie y cualquiera puede poner el material que desee. El criterio de colocación de material está en la gente. Estamos ante una completa anarquía intelectual ordenada, aunque esto suene a oximoron. Este exceso de libertad es criticada. Es decepcionante ver que un conocido director de un periódico francés, no hace mucho, y un escritor venezolano, ya fallecido y famoso por un festival folklórico allá en el 48, solicitaran control estatal sobre el contenido de Internet, basado en que hay demasiada libertad, en que se da cabida a cosas abominables como pederastas, terroristas, etc. Quizás este sea el precio que haya que pagar. La libertad de expresión debería ser restringida por los sutiles hilos de presión de la sociedad; y que el poder estatal actúe a posteriori, nunca a priori. El argumento de que presenta cosas malas es débil. Una analogía pedestre es la selección de la pareja de matrimonio en el mundo moderno; su aleatoriedad (limitada por las influencias del entorno) ha permitido que haya matrimonios que pasan la barrera de los 50 años de casados; de otros que no pasan del primer lustro, y también ha habido filicidios, uxoricidios, etc. Pero este método ha sido mejor que los demás; y no por las cosas malas, se ha pensado eliminarlo. Si se llegara a establecer control sobre este conglomerado de computadoras, simplemente dejaría de ser Internet. Para finalizar, como dato curioso, las siglas WWW se trasladan al español como MMM (malla multimedia mundial).
Marcial Fonseca
El conjunto de computadoras en todo el mundo, unidas entre sí por una telaraña de conexiones, es lo que se ha llamado Internet. Una computadora personal, o próximamente el televisor, cierto equipamiento básico de telecomunicaciones, un suplidor de servicios que conecta, vía satélite, a un punto de la malla, permitirán accesar un mundo ilimitado de información. Por supuesto, ahí habrá desde pornografía hasta el facsímil de la primera edición de Don Quijote; desde la justificación de la acción de Bil Laden hasta los archivos del Vaticano. Internet tiene dos cosas realmente hermosas. La primera, es que la información que se obtiene es gratis (ojo, se necesita la infraestructura básica nombrada arriba, que tiene un costo, y por supuesto, conectarse a través de una llamada telefónica, por ejemplo. Hay otros costos por servicios adicionales como correo electrónico, foros, etc.; pero nosotros estamos hablando de la información asequible en las computadoras que tejen la red). Pasar desde la página web de El Mundo a la de una universidad norteamericana y de ésta a la de la CIA, no cuesta nada. Podemos decir que estamos ante el laberinto borgiano, con la ventaja de que los métodos de selección del material de lectura son mucho más expeditos: basta colocar una palabra clave en algo que han dado por llamar buscador e inmediatamente tendremos todos los documentos contentivos de dicha palabra o concepto. Siempre podría cuestionarse los volúmenes que conforman esta biblioteca. La segunda cosa que lo hace único es que es libre; no hay control de nadie y cualquiera puede poner el material que desee. El criterio de colocación de material está en la gente. Estamos ante una completa anarquía intelectual ordenada, aunque esto suene a oximoron. Este exceso de libertad es criticada. Es decepcionante ver que un conocido director de un periódico francés, no hace mucho, y un escritor venezolano, ya fallecido y famoso por un festival folklórico allá en el 48, solicitaran control estatal sobre el contenido de Internet, basado en que hay demasiada libertad, en que se da cabida a cosas abominables como pederastas, terroristas, etc. Quizás este sea el precio que haya que pagar. La libertad de expresión debería ser restringida por los sutiles hilos de presión de la sociedad; y que el poder estatal actúe a posteriori, nunca a priori. El argumento de que presenta cosas malas es débil. Una analogía pedestre es la selección de la pareja de matrimonio en el mundo moderno; su aleatoriedad (limitada por las influencias del entorno) ha permitido que haya matrimonios que pasan la barrera de los 50 años de casados; de otros que no pasan del primer lustro, y también ha habido filicidios, uxoricidios, etc. Pero este método ha sido mejor que los demás; y no por las cosas malas, se ha pensado eliminarlo. Si se llegara a establecer control sobre este conglomerado de computadoras, simplemente dejaría de ser Internet. Para finalizar, como dato curioso, las siglas WWW se trasladan al español como MMM (malla multimedia mundial).
Marcial Fonseca
sábado, 21 de febrero de 2004
Se busca novia
El Mundo - 21/2/2004
Para Cardenales de Lara (que los dioses lo bendigan) jugar en Venezuela se ha convertido en un karma que deben sobrellevar en bien de la juventud venezolana, que no tiene la culpa de que haya tantos equipos chimbos en nuestra pelota, bueno, sólo siete. Para complicar más la vida de los pájaros rojos, la situación política definida en el 15 de agosto ha representado para el conjunto un obstáculo más con que lidiar como es la escogencia de su novia. Pero antes de tocar este punto, vayamos a la parte beibolística. Usar la palabra béisbol para referirnos a lo que hace el glorioso equipo cuando juega en la pelota criolla es realmente una benevolencia de parte nuestra. En efecto, el lector inteligente estará de acuerdo con nosotros en que Lara se rebaja cuando compite con unos equipos, por ejemplo, que se autodenominan felinos. Los rayados a duras penas clasifican para AA. Su gran mérito es esa gran fanatizada, engañada por cierto, que tienen y que los acompañas en la buena y las malas, más las segundas que las primera. Los otros felinos, que si acaso clasificaría para una tercera A, son unos gatitos que quisieran tener melena; su única bondad: tener un estadio sito en la Alma Mater por definición de la nación. Vayamos a los otros participante de la pelota local. No deberíamos gastar mucha tinta en los caribeños, sabemos que ellos ven al insigne Cardenales de Lara (que Dios los tenga en su gloria) como al maestro que los está enseñando a jugar. Con los del litoral, hay que repetir el manido lugar común, son unas simples sardinitas boqueando por falta de aire debido a no estar a la altura de los juegos con los seis equipo principiantes; al jugar con los rojos, simplemente no ven luz. Pero tienen su punto: el haber recibido al gran Aparicio cuando ya no tenía cabida en el Zulia. De los aguiluchos, en verdad que siempre tendrán un sitial en el torneo local, no por su calidad, sino porque su hinchas son los más alegres del país, exceptuando los larenses, aunque jugar con ellos se parece a un torneo de pelotica de goma. Unas pocas palabras de los navegantes, su característica: vararse en cualquier puerto donde atracan. Sobre el equipo llanero, este tuvo la viveza de tomar el nombre de la patrona barquisimetana, y por ello nos esmeramos en que aprendan cuando juegan con nosotros. Se preguntará el lector objetivo, que de paso es cardenalero, ¿por qué seguimos en esta pelota tan disminuida? Simple, estamos esperando a que se conforme la Liga Profesional del Caribe. El equipo larense fue invitado a ingresar a la Grandes Ligas, pero por ahora la ampliación con equipos extranjeros ha sido postergada. Vayamos al 15 de agosto. La madrina del glorioso Cardenales de Lara (que los dioses sean benevolentes con ellos) siempre tiene que ser una primera dama o ex primera dama, como es ahora. Ahora, al ocurrir lo que pasó en la fecha mencionada, el equipo podría estar diecisiete años sin novia, salvo que el presidente se case de nuevo o que sepamos quien será su sucesor. Por lo años que faltan no es fácil prever lo segundo, si lo supiéramos, ya habríamos nombrado la esposa de este como nuestra reina, o a unas de sus hijas. Para finalizar, regresemos al deporte. Tenemos una pregunta sencilla para un rojo, pero seguro que los fanáticos de los otros equipos tendrán dificultades en contestarla. Es simple; ¿se puede hacer pisicorre con dos outs? Amigo lector, la respuesta es sí, pero si no entiende, búsquese un larense, que se lo explicara de una manera sencilla.
Marcial Fonseca
Para Cardenales de Lara (que los dioses lo bendigan) jugar en Venezuela se ha convertido en un karma que deben sobrellevar en bien de la juventud venezolana, que no tiene la culpa de que haya tantos equipos chimbos en nuestra pelota, bueno, sólo siete. Para complicar más la vida de los pájaros rojos, la situación política definida en el 15 de agosto ha representado para el conjunto un obstáculo más con que lidiar como es la escogencia de su novia. Pero antes de tocar este punto, vayamos a la parte beibolística. Usar la palabra béisbol para referirnos a lo que hace el glorioso equipo cuando juega en la pelota criolla es realmente una benevolencia de parte nuestra. En efecto, el lector inteligente estará de acuerdo con nosotros en que Lara se rebaja cuando compite con unos equipos, por ejemplo, que se autodenominan felinos. Los rayados a duras penas clasifican para AA. Su gran mérito es esa gran fanatizada, engañada por cierto, que tienen y que los acompañas en la buena y las malas, más las segundas que las primera. Los otros felinos, que si acaso clasificaría para una tercera A, son unos gatitos que quisieran tener melena; su única bondad: tener un estadio sito en la Alma Mater por definición de la nación. Vayamos a los otros participante de la pelota local. No deberíamos gastar mucha tinta en los caribeños, sabemos que ellos ven al insigne Cardenales de Lara (que Dios los tenga en su gloria) como al maestro que los está enseñando a jugar. Con los del litoral, hay que repetir el manido lugar común, son unas simples sardinitas boqueando por falta de aire debido a no estar a la altura de los juegos con los seis equipo principiantes; al jugar con los rojos, simplemente no ven luz. Pero tienen su punto: el haber recibido al gran Aparicio cuando ya no tenía cabida en el Zulia. De los aguiluchos, en verdad que siempre tendrán un sitial en el torneo local, no por su calidad, sino porque su hinchas son los más alegres del país, exceptuando los larenses, aunque jugar con ellos se parece a un torneo de pelotica de goma. Unas pocas palabras de los navegantes, su característica: vararse en cualquier puerto donde atracan. Sobre el equipo llanero, este tuvo la viveza de tomar el nombre de la patrona barquisimetana, y por ello nos esmeramos en que aprendan cuando juegan con nosotros. Se preguntará el lector objetivo, que de paso es cardenalero, ¿por qué seguimos en esta pelota tan disminuida? Simple, estamos esperando a que se conforme la Liga Profesional del Caribe. El equipo larense fue invitado a ingresar a la Grandes Ligas, pero por ahora la ampliación con equipos extranjeros ha sido postergada. Vayamos al 15 de agosto. La madrina del glorioso Cardenales de Lara (que los dioses sean benevolentes con ellos) siempre tiene que ser una primera dama o ex primera dama, como es ahora. Ahora, al ocurrir lo que pasó en la fecha mencionada, el equipo podría estar diecisiete años sin novia, salvo que el presidente se case de nuevo o que sepamos quien será su sucesor. Por lo años que faltan no es fácil prever lo segundo, si lo supiéramos, ya habríamos nombrado la esposa de este como nuestra reina, o a unas de sus hijas. Para finalizar, regresemos al deporte. Tenemos una pregunta sencilla para un rojo, pero seguro que los fanáticos de los otros equipos tendrán dificultades en contestarla. Es simple; ¿se puede hacer pisicorre con dos outs? Amigo lector, la respuesta es sí, pero si no entiende, búsquese un larense, que se lo explicara de una manera sencilla.
Marcial Fonseca
lunes, 2 de febrero de 2004
Cuestión de disciplina
El Mundo - 2/2/2004
La población de Barquisimeto de inicio del siglo anterior había sido diezmada por la peste y se salvó de desaparecer completamente, gracias a la intervención de la Divina Pastora. Todavía se recuerda el dantesco cra cra cra de las carretas mortuorias camino al cementerio, con su carga de víctimas de la plaga, muchas de ellas agonizantes. Aun así, la ciudad se movía a ser la encrucijada comercial de Venezuela. En ese entonces, una familia alemana estableció un comercio muy moderno para la época: no había mostradores; los clientes entraban en contacto con la mercancía. El negocio era custodiado por unos animales entrenados para seguir órdenes, procedimientos, ser disciplinados. El almacén ocupaba una manzana completa. En la parte posterior había una habitación que era dormitorio y cocina del empleado que atendía a los perros. Estos tenían una jaula adyacente a la pieza del cuidador. La ventana del cuarto daba al patio del negocio. Los animales eran unas fieras traídas de Europa, adiestrados para matar. En actitud cazadora rondaban el perímetro del establecimiento de seis de la tarde a seis de la mañana; descansaban el resto del tiempo en su jaula. El único contacto humano era con el perrero. La comida era carne hervida y servida, a temperatura ambiente, a la una de la mañana. Metódicos que eran, los alemanes le suministraron al encargado un reloj despertador, le enseñaron a leer la hora y a manipular el artefacto. Sonaba a las 12:45 a.m. El cuidador despertaba, tomaba la olla con la carne hervida cinco horas antes, pasaba las rejas, salía al patio y les servía en una artesa. Por supuesto, una leyenda corrió por toda la ciudad. Que si medían dos metros, que si los ojos eran rojos, que si partían el fémur de una dentellada. El perrero, con su silencio, corroboraba todos los rumores. La novia insistió en que le contara la verdad. Le propuso, luego de meditarlo, que la llevaría a conocerlos, pero tenía que ser al filo de la medianoche. Ella, sin malicia, consintió. La muchacha llegó a las diez. La velada fue hablar del reloj; era también el segundo que ella veía, el otro, el de la Catedral. Cuando sonó el despertador, el novio, con donaire, piso la sordina y luego le pidió a ella que se colocara en la ventana y mirara en dirección al comedero. Los animales estaban esperando. Él salió con la comida y cuando se inclinaba para depositar la carne, los perros atacaron y lo descuartizaron; la mujer estaba aterrorizada. El autor pensó cerrar la historia aquí, dejando al desgaire el porqué lo mataron. Habrá los que dirán que la habían olido, que no es la respuesta; o peor, los mente sucia, que él olía a sexo de mujer; no. Las fieras, acostumbradas a una férrea disciplina, no entendieron por qué el que los alimentaba no estaba en interiores, con alpargata y la olla en la mano, que era como siempre se les presentaba.
Marcial Fonseca
La población de Barquisimeto de inicio del siglo anterior había sido diezmada por la peste y se salvó de desaparecer completamente, gracias a la intervención de la Divina Pastora. Todavía se recuerda el dantesco cra cra cra de las carretas mortuorias camino al cementerio, con su carga de víctimas de la plaga, muchas de ellas agonizantes. Aun así, la ciudad se movía a ser la encrucijada comercial de Venezuela. En ese entonces, una familia alemana estableció un comercio muy moderno para la época: no había mostradores; los clientes entraban en contacto con la mercancía. El negocio era custodiado por unos animales entrenados para seguir órdenes, procedimientos, ser disciplinados. El almacén ocupaba una manzana completa. En la parte posterior había una habitación que era dormitorio y cocina del empleado que atendía a los perros. Estos tenían una jaula adyacente a la pieza del cuidador. La ventana del cuarto daba al patio del negocio. Los animales eran unas fieras traídas de Europa, adiestrados para matar. En actitud cazadora rondaban el perímetro del establecimiento de seis de la tarde a seis de la mañana; descansaban el resto del tiempo en su jaula. El único contacto humano era con el perrero. La comida era carne hervida y servida, a temperatura ambiente, a la una de la mañana. Metódicos que eran, los alemanes le suministraron al encargado un reloj despertador, le enseñaron a leer la hora y a manipular el artefacto. Sonaba a las 12:45 a.m. El cuidador despertaba, tomaba la olla con la carne hervida cinco horas antes, pasaba las rejas, salía al patio y les servía en una artesa. Por supuesto, una leyenda corrió por toda la ciudad. Que si medían dos metros, que si los ojos eran rojos, que si partían el fémur de una dentellada. El perrero, con su silencio, corroboraba todos los rumores. La novia insistió en que le contara la verdad. Le propuso, luego de meditarlo, que la llevaría a conocerlos, pero tenía que ser al filo de la medianoche. Ella, sin malicia, consintió. La muchacha llegó a las diez. La velada fue hablar del reloj; era también el segundo que ella veía, el otro, el de la Catedral. Cuando sonó el despertador, el novio, con donaire, piso la sordina y luego le pidió a ella que se colocara en la ventana y mirara en dirección al comedero. Los animales estaban esperando. Él salió con la comida y cuando se inclinaba para depositar la carne, los perros atacaron y lo descuartizaron; la mujer estaba aterrorizada. El autor pensó cerrar la historia aquí, dejando al desgaire el porqué lo mataron. Habrá los que dirán que la habían olido, que no es la respuesta; o peor, los mente sucia, que él olía a sexo de mujer; no. Las fieras, acostumbradas a una férrea disciplina, no entendieron por qué el que los alimentaba no estaba en interiores, con alpargata y la olla en la mano, que era como siempre se les presentaba.
Marcial Fonseca
lunes, 26 de enero de 2004
Cae el próximo once de abril
26/1/2004
Le viene a la mente el 2006? Entonces será el 16; usted es un patriota y piensa en el 2021, la respuesta es 4, y del mismo mes. Y es que el Domingo de Resurrección siempre se desplaza entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Y déjeme decirle que si usted al leer el título pensó en otra cosa, no está viviendo la historia. Ahora pasemos al porqué de la movilidad de la Pascua Católica. Vayamos al Concilio de Nicea, 325 D.C., cuando la Iglesia decide poner orden al caos irreverente que había con la celebración de la Semana Mayor. En efecto, los feligreses preferían celebrar el Viernes Santo cercano al Pesaj de los judíos. Y para la Jerarquía de Roma, que ya estaba haciéndose poderosa, el que los seguidores del Mesías se guiaran por el calendario de los “asesinos del Señor”, era una situación más que embarazosa, por ello, en este Concilio, y con el ánimo de diferenciarse de los “que tenían las manos manchadas con la sangre de nuestro Salvador” produjeron la fórmula: la Resurrección es el domingo que sigue a la primera luna llena que ocurre después del equinoccio de primavera, que era el 21 de marzo. La fecha más tardía para este plenilunio es 18 de abril. ¿Por qué se escogió una fórmula tan alambicada? Hay razones matemáticas, por decirlo de alguna manera, y razones religiosas. Entre las primeras, está el hecho de que Jesús murió un viernes cuando los judíos se aprestaban a celebrar su Éxodo, que es inmediatamente después del 14 de nisán, mes de la primavera, y como el calendario hebreo es lunar (esto es, el primer día del mes es luna nueva, y el catorce, luna llena), cuando Jesús fue crucificado, las noches estabas bellamente iluminadas. Los lectores se preguntarán por qué no fijaron la fecha exactamente para que no fuera una fiesta movible. La causa no es trivial. Expliquemos. Para empezar, el Señor murió el día anterior del 14 de nisán del año 33 D.C., esta fecha, en el calendario juliano equivale al 4 de abril; así que Cristo murió el viernes 3-IV-33. Resucitó al tercer día, que debía ser lunes; pero como los romanos, que eran los poderosos de entonces, contaban inclusivamente, fue domingo. Así, aquel 5 de abril fue el primer Domingo de Resurrección. Fijado de esta manera, sería simplemente Día de Resurrección, que no debía ser problema. Se pudo haber escogido el domingo más cercano al día de la muerte de Jesús, que tampoco implicaría dificultades; pero ambas selecciones tienen en común que no habría siempre luna llena. Y aquí está la parte religiosa: la Iglesia Católica, que ya había logrado la representación de Dios en la tierra gracias a su habilidad de absorber y mimetizar los dioses y ritos de los pueblos primitivos con los que entraba en contacto*, eligió un domingo que estuviese acompañado de una luna llena, de esa manera reverenciaba a la diosa Luna. Al dios Sol lo idolatran el 25 de diciembre. *Véase Los mandamientos de Moisés, Ed. Funsagu, 2002, Marcial Fonseca.
Le viene a la mente el 2006? Entonces será el 16; usted es un patriota y piensa en el 2021, la respuesta es 4, y del mismo mes. Y es que el Domingo de Resurrección siempre se desplaza entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Y déjeme decirle que si usted al leer el título pensó en otra cosa, no está viviendo la historia. Ahora pasemos al porqué de la movilidad de la Pascua Católica. Vayamos al Concilio de Nicea, 325 D.C., cuando la Iglesia decide poner orden al caos irreverente que había con la celebración de la Semana Mayor. En efecto, los feligreses preferían celebrar el Viernes Santo cercano al Pesaj de los judíos. Y para la Jerarquía de Roma, que ya estaba haciéndose poderosa, el que los seguidores del Mesías se guiaran por el calendario de los “asesinos del Señor”, era una situación más que embarazosa, por ello, en este Concilio, y con el ánimo de diferenciarse de los “que tenían las manos manchadas con la sangre de nuestro Salvador” produjeron la fórmula: la Resurrección es el domingo que sigue a la primera luna llena que ocurre después del equinoccio de primavera, que era el 21 de marzo. La fecha más tardía para este plenilunio es 18 de abril. ¿Por qué se escogió una fórmula tan alambicada? Hay razones matemáticas, por decirlo de alguna manera, y razones religiosas. Entre las primeras, está el hecho de que Jesús murió un viernes cuando los judíos se aprestaban a celebrar su Éxodo, que es inmediatamente después del 14 de nisán, mes de la primavera, y como el calendario hebreo es lunar (esto es, el primer día del mes es luna nueva, y el catorce, luna llena), cuando Jesús fue crucificado, las noches estabas bellamente iluminadas. Los lectores se preguntarán por qué no fijaron la fecha exactamente para que no fuera una fiesta movible. La causa no es trivial. Expliquemos. Para empezar, el Señor murió el día anterior del 14 de nisán del año 33 D.C., esta fecha, en el calendario juliano equivale al 4 de abril; así que Cristo murió el viernes 3-IV-33. Resucitó al tercer día, que debía ser lunes; pero como los romanos, que eran los poderosos de entonces, contaban inclusivamente, fue domingo. Así, aquel 5 de abril fue el primer Domingo de Resurrección. Fijado de esta manera, sería simplemente Día de Resurrección, que no debía ser problema. Se pudo haber escogido el domingo más cercano al día de la muerte de Jesús, que tampoco implicaría dificultades; pero ambas selecciones tienen en común que no habría siempre luna llena. Y aquí está la parte religiosa: la Iglesia Católica, que ya había logrado la representación de Dios en la tierra gracias a su habilidad de absorber y mimetizar los dioses y ritos de los pueblos primitivos con los que entraba en contacto*, eligió un domingo que estuviese acompañado de una luna llena, de esa manera reverenciaba a la diosa Luna. Al dios Sol lo idolatran el 25 de diciembre. *Véase Los mandamientos de Moisés, Ed. Funsagu, 2002, Marcial Fonseca.
miércoles, 7 de agosto de 2002
El gatico del nieto
Tal Cual - 7/8/2002
En verdad, pensaba el bombero de guardia, que fueron emocionantes esos días de abril; vivirlos lo sumergió en la historia. El nada más había atendido treinta y siete incendios, dieciocho infartos callejeros, treinta partos en autobuses. Ahora, sin llamadas de emergencia, los gloriosos días se desleían en el fastidio. Lo único interesante era desenrollar y enrollar las mangueras, lavar las unidades o simplemente esperar una llamada de socorro. Iban dos semanas sin un carro incendiado, alguien atrapado en un ascensor o aprisionado por una nevera que bajaban por la escalera de un edificio. Por eso, cuando repicó el teléfono, se alegró. "Ojala sea algo bueno", pensó. De la bocina a duras penas salía una voz femenina, con el timbre argentino de los ancianos, que solicitaba ayuda sin especificar qué. Enternecido por lo tenue y delicado del susurro, pidió la dirección. Por si acaso, tomó la unidad mejor equipada: cisterna, escaleras de tres plumas y alcance de setenta y cinco metros, máquina defibriladora, bombonas de oxígeno, primeros auxilios, y por supuesto agua y espuma. La tripulación, él como comandante, eran seis profesionales deseosos de acción. La avenida Fuerzas Armadas estaba congestionada; un policía motorizado que estaba cerca, se ofreció para despejar el camino; a la altura de San José cruzan hacia el oeste. Al enrumbarse hacia las esquinas Cardones y La Ceiba, de La Pastora, ven a la abuelita, con su pelo blanco y una cara de angustia. "Si está afuera, es otro el accidentado". Ella, con voz lastimera le dice: "El gatico que me dio mi nieto se subió al guanábano, y no sabe cómo apearse". El jefe de la unidad se molestó. "Acá en Venezuela", dijo para sí mismo, "somos un país serio, no como los del norte o de Europa que están con esas pendejadas de bajar animales de los techos o esas bolserías de lavar garzas manchadas de petróleo derramado en el mar". Nuevamente la voz maternal hizo su efecto, y el bombero de guardia ordenó que la pluma de la grúa, con un bombero a bordo, bajara al gatico. Este, una vez en el zaguán, se perdió en los recovecos de la caraqueña vivienda. Ella en retribución, los invitó a un café y a un bienmesabe con buñuelo, por supuesto de elaboración casera. "Muchas gracias", no se cansaba de decirles, "si le hubiese pasado algo, yo me hubiera muerto de la vergüenza, no podría verle la cara a mi nieto; si ustedes lo conocieran, es el muchachito más inteligente y bello que hay, igualito a su padre. El quiere mucho a Teddy, así se llama el gatico, ¿dónde se habrá metido?, michi, michi, venga a darles las gracias; debe estar escondido, es muy tímido". Luego de compartir unos treinta minutos, los bomberos se despidieron de la abuelita. Ella se afanó en ubicar el gatico para que les dijera adiós a sus salvadores. Los funcionarios acompañaron el violento arrancar del camión con el ulular de la sirena, y por ello nadie oyó el agudo miau del gatico que se había refugiado debajo de las morochas del carro-bombero.
Marcial Fonseca
En verdad, pensaba el bombero de guardia, que fueron emocionantes esos días de abril; vivirlos lo sumergió en la historia. El nada más había atendido treinta y siete incendios, dieciocho infartos callejeros, treinta partos en autobuses. Ahora, sin llamadas de emergencia, los gloriosos días se desleían en el fastidio. Lo único interesante era desenrollar y enrollar las mangueras, lavar las unidades o simplemente esperar una llamada de socorro. Iban dos semanas sin un carro incendiado, alguien atrapado en un ascensor o aprisionado por una nevera que bajaban por la escalera de un edificio. Por eso, cuando repicó el teléfono, se alegró. "Ojala sea algo bueno", pensó. De la bocina a duras penas salía una voz femenina, con el timbre argentino de los ancianos, que solicitaba ayuda sin especificar qué. Enternecido por lo tenue y delicado del susurro, pidió la dirección. Por si acaso, tomó la unidad mejor equipada: cisterna, escaleras de tres plumas y alcance de setenta y cinco metros, máquina defibriladora, bombonas de oxígeno, primeros auxilios, y por supuesto agua y espuma. La tripulación, él como comandante, eran seis profesionales deseosos de acción. La avenida Fuerzas Armadas estaba congestionada; un policía motorizado que estaba cerca, se ofreció para despejar el camino; a la altura de San José cruzan hacia el oeste. Al enrumbarse hacia las esquinas Cardones y La Ceiba, de La Pastora, ven a la abuelita, con su pelo blanco y una cara de angustia. "Si está afuera, es otro el accidentado". Ella, con voz lastimera le dice: "El gatico que me dio mi nieto se subió al guanábano, y no sabe cómo apearse". El jefe de la unidad se molestó. "Acá en Venezuela", dijo para sí mismo, "somos un país serio, no como los del norte o de Europa que están con esas pendejadas de bajar animales de los techos o esas bolserías de lavar garzas manchadas de petróleo derramado en el mar". Nuevamente la voz maternal hizo su efecto, y el bombero de guardia ordenó que la pluma de la grúa, con un bombero a bordo, bajara al gatico. Este, una vez en el zaguán, se perdió en los recovecos de la caraqueña vivienda. Ella en retribución, los invitó a un café y a un bienmesabe con buñuelo, por supuesto de elaboración casera. "Muchas gracias", no se cansaba de decirles, "si le hubiese pasado algo, yo me hubiera muerto de la vergüenza, no podría verle la cara a mi nieto; si ustedes lo conocieran, es el muchachito más inteligente y bello que hay, igualito a su padre. El quiere mucho a Teddy, así se llama el gatico, ¿dónde se habrá metido?, michi, michi, venga a darles las gracias; debe estar escondido, es muy tímido". Luego de compartir unos treinta minutos, los bomberos se despidieron de la abuelita. Ella se afanó en ubicar el gatico para que les dijera adiós a sus salvadores. Los funcionarios acompañaron el violento arrancar del camión con el ulular de la sirena, y por ello nadie oyó el agudo miau del gatico que se había refugiado debajo de las morochas del carro-bombero.
Marcial Fonseca
martes, 19 de febrero de 2002
La viuda negra
Tal Cual / Escribir y Publicar #28 (España) - 19/2/2002
Desde su adolescencia, se había dedicado a conocer el sexo femenino, sus pliegues, sus olores. Cuando veía una hembra, movía los ojos entre el bajo vientre y la cara; y siempre su imaginación traspasaba las telas. Las mujeres observadas se tapaban con la cartera o esquivaban la mirada. La que se asomó por la esquina lo impresionó. Hermosa, cabello negro y suelto, tez blanca, labios carnosos; caminaba con desenfado, la falda era ajustada al cuerpo y la frente de Venus no se notaba, brotaba. No recordaba haber visto algo igual. Empezó a pasear la vista entre la cadera y el rostro; la mujer respondió mirándolo a los ojos, que no lo amilanó, y luego ella se puso en el camino de él, éste sintió un ligero temor; pero siguió en su afán. Chocarían si alguno de los dos no variaba el rumbo. "Te aseguro que no has visto una más grande que ésta", le espetó ella y lo sorprendió; jamás había enfrentado una hembra tan osada. Debía pensar rápidamente una respuesta similar para demostrar que era un hombre en todos los terrenos. "Por supuesto que no he visto nada tan grande", contestó mientras buscaba una frase contundente que lo pusiese al mismo nivel de desparpajo, "pero te aseguro que no te la han besado como yo lo haría". Ella, que buscaba vencer a un atrevido del sexo opuesto, quedó perpleja. La respiración se le hizo más intensa de sólo pensar qué podría hacerle. Sintió un leve humedecer allá abajo. "Demuéstramelo. Yo vivo a la vuelta de la esquina"; "Vamos". Una vez en el lugar, él impidió que ella se lavara; le dijo que la esencia era el todo; la volvió a perturbar. La desvistió, la acostó; besó sus pezones y luego, con maestría, bajó a la negra montaña. Realmente era una bella colina. En la posición que estaban, la mujer se veía descomunal. Los vellos eran abundantísimos, esto le gustó a él; era extremista, el monte debía ser una verdadera maraña o un desierto, no le gustaban los términos medios. Olisqueaba, y en cada inhalación absorbía algo de ella; le abrió las piernas y le levantó los muslos; de lo profundo salió el perfume vital. Empezó a saborearla desde el inicio de las posaderas hasta el borde superior de los vellos. Un aroma cobrizo se amalgamó con el que salía del túnel natal y con el del sudor de las orillas. Restregó su cara por todo el sexo; regresó al reducto inferior, pasó por la gruta maravillosa y se detuvo en el botón sagrado; luego le separó los labios externos. Ella sentía que todo él era un pene y quiso corresponder, ser toda vagina, y concentrándose en los músculos uterinos empezó a succionar con fuerza; él ubicó la boca sublime, ella sintió que algo áspero empezó a penetrarla. Las manos todavía sostenían los pliegues; pero ya la nariz había encontrado su camino; la mujer siguió succionando; y el hombre, sumergiéndose, colocó sus brazos a lo largo de su cuerpo con lo que aligeró la entrada y desapareció por completo cuando sintió que los espasmos de ella coincidían con los suyos.
Marcial Fonseca
Desde su adolescencia, se había dedicado a conocer el sexo femenino, sus pliegues, sus olores. Cuando veía una hembra, movía los ojos entre el bajo vientre y la cara; y siempre su imaginación traspasaba las telas. Las mujeres observadas se tapaban con la cartera o esquivaban la mirada. La que se asomó por la esquina lo impresionó. Hermosa, cabello negro y suelto, tez blanca, labios carnosos; caminaba con desenfado, la falda era ajustada al cuerpo y la frente de Venus no se notaba, brotaba. No recordaba haber visto algo igual. Empezó a pasear la vista entre la cadera y el rostro; la mujer respondió mirándolo a los ojos, que no lo amilanó, y luego ella se puso en el camino de él, éste sintió un ligero temor; pero siguió en su afán. Chocarían si alguno de los dos no variaba el rumbo. "Te aseguro que no has visto una más grande que ésta", le espetó ella y lo sorprendió; jamás había enfrentado una hembra tan osada. Debía pensar rápidamente una respuesta similar para demostrar que era un hombre en todos los terrenos. "Por supuesto que no he visto nada tan grande", contestó mientras buscaba una frase contundente que lo pusiese al mismo nivel de desparpajo, "pero te aseguro que no te la han besado como yo lo haría". Ella, que buscaba vencer a un atrevido del sexo opuesto, quedó perpleja. La respiración se le hizo más intensa de sólo pensar qué podría hacerle. Sintió un leve humedecer allá abajo. "Demuéstramelo. Yo vivo a la vuelta de la esquina"; "Vamos". Una vez en el lugar, él impidió que ella se lavara; le dijo que la esencia era el todo; la volvió a perturbar. La desvistió, la acostó; besó sus pezones y luego, con maestría, bajó a la negra montaña. Realmente era una bella colina. En la posición que estaban, la mujer se veía descomunal. Los vellos eran abundantísimos, esto le gustó a él; era extremista, el monte debía ser una verdadera maraña o un desierto, no le gustaban los términos medios. Olisqueaba, y en cada inhalación absorbía algo de ella; le abrió las piernas y le levantó los muslos; de lo profundo salió el perfume vital. Empezó a saborearla desde el inicio de las posaderas hasta el borde superior de los vellos. Un aroma cobrizo se amalgamó con el que salía del túnel natal y con el del sudor de las orillas. Restregó su cara por todo el sexo; regresó al reducto inferior, pasó por la gruta maravillosa y se detuvo en el botón sagrado; luego le separó los labios externos. Ella sentía que todo él era un pene y quiso corresponder, ser toda vagina, y concentrándose en los músculos uterinos empezó a succionar con fuerza; él ubicó la boca sublime, ella sintió que algo áspero empezó a penetrarla. Las manos todavía sostenían los pliegues; pero ya la nariz había encontrado su camino; la mujer siguió succionando; y el hombre, sumergiéndose, colocó sus brazos a lo largo de su cuerpo con lo que aligeró la entrada y desapareció por completo cuando sintió que los espasmos de ella coincidían con los suyos.
Marcial Fonseca
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