El Mundo / Jueves / Caracas , 15 de Noviembre de 2007
Siempre se ha querido comprender por qué el ser humano, sea él o ella, si se les presenta la oportunidad, buscará mantener una relación furtiva, así esté inmerso en una relación estable, normal; en otras palabras, en su casa hay amor. No vamos a hablar de aquellas parejas que viven juntas por razones crematísticas, que no se separan porque les es oneroso; tampoco de las que comparten un hogar como una costumbre, casi ya como hermanos. Hablaremos de uniones donde el sexo se hace con regularidad, cada cierto tiempo salen a comer o van a un bar nada más a conversar o a una discoteca a bailar; en ellos, la separación sería impensable y aun así estas parejas, tanto él como ella, quisieran tener una aventura, buscar una tercera persona. Pudiéramos preguntarnos si esa búsqueda externa es porque queremos tener a alguien con quien hablar; pero esto puede hacerse con el propio o la propia; y es costumbre que una hora antes de dormir, cuando no es momento de cumplir deberes conyugales, haya una conversación larga y reposada de lo que pasó en el trabajo, en la casa, sobre los niños; en verdad que no se trajinan las emociones por el ansia de romper la rutina; no, por aquí no van los tiros. ¿Queremos que nuestra mujer, él, o nuestro hombre, ella, sean atrevidos?; esto es, que en la cama sean unos sutras. Tampoco es la razón, y de hecho en la práctica, cuando el hombre aprende algo bueno en la calle, lo repetirá como un regalo a su mujer. Si la hembra es la alumna, le pedirá a su marido que practiquen la posición que vio en un programa de TV sobre la vida sexual romana. Así que por aquí no encontramos la causa. El autor no seguirá elucubrando, dará la razón. Es sencilla, buscamos amantes, ellos o ellas, porque queremos besarnos con ganas; queremos que el toque de los labios no sea un simple piquito, sino una tusa, como dicen los jóvenes, o un mamío como dirían los mayores; se quiere que las lenguas jugueteen cual apéndices nerviosos. Parece mentira, pero este hecho tan simple no se da en las parejas ya estables; así se amen. Amiga lectora, amigo lector, si tienen una relación de más de cinco años, mediten, ustedes ya no se besan apasionadamente. Pareciera como natural que en algún momento se haya perdido el sabor de los besos; el intercambio salival nos hace sentirnos asquientos; pero las mezclas de otros tipos de secreciones corporales son perfectamente aceptadas.
Marcial Fonseca