El Mundo - 1/11/2005
El comisario Seamol (se pronuncia simol) repasaba todos lo elementos del caso con sus asistentes. La señora salió de su casa, como de costumbre los jueves en la mañana, a un salón de belleza del centro comercial de la urbanización donde vivía; posiblemente ahí fue abordada por los delincuentes. Según había explicado el marido, su esposa lo llamó como a la diez de la mañana, ella apenas pronunció un mi amor muy asustada; una voz atropelladora le aclaró la situación, Tenemos a su mujer; así que si la quiere viva, traiga 6 millones y no avise a la policía; preguntó cómo lo entregaría, Oiga bien, esté a las 12 y 30 en la fuente que está entre la Plaza Amador Bendayán y la mezquita. Él hizo lo que le ordenaron, llevó una bolsa con el dinero y luego regresó a su casa a esperar el regreso de su mujer; a las cinco decidió llamar a las autoridades, a pesar de las advertencias de que no lo hiciera. El comisario le había dicho que en ese tipo de delito, los autores no se complicaban la vida, lo de ellos era conseguir dinero fácil y rápidamente. Por eso, cuando uno de sus asistentes le comunicó que habían conseguido el carro en un barranco por El Junquito con la señora muerta dentro, se sintió muy mal. Llamó aparte al esposo y le dio la mala noticia; el marido se puso ambas manos en la cabeza y pidió verla, Seamol se ofreció para llevarlo a la morgue; cuando el viudo la vio, empezó a hipar, se dirigió a ella y la besó en la frente. El comisario ya había ordenado lo de rigor, que se chequeara todo, la hora de la llamada, posibles testigos en el centro comercial o en el sitio de entrega; averiguar si había por casualidad alguna cámara de video en la Mezquita; cuándo sacó el dinero; el entorno de ella y el de él. Bueno, concluía Seamol, como el carro fue conseguido por El Junquito pongan a los informantes de por esa zona a trabajar; el dinero fácil, fácil se va; que nos avisen de alguien gastando más plata de lo normal, en lo que sea, terminales, caballos, etc., además, apuren el informe forense y la experticia del carro. Nos vemos al final de la tarde. Hacían otro resumen. Ya sabían que era un matrimonio normal; no tenían amantes; no consiguieron testigos ni a nadie gastando desaforadamente; el dinero fue retirado en dos partes; el comisario preguntó si de dos bancos, No, fue la respuesta, primero cuatro millones a la once de la mañana, el resto a la 1 y 50 de la tarde. Seamol se quedó pensativo, empezó a caminar en círculo y luego exclamó ¡Tráiganme a ese carajo! El marido estaba asustado, Seamol fue directo, Déjeme decirle que usted convirtió un secuestro express en un asesinato por encargo; usted llevó lo que retiró del banco a las once de la mañana, ellos le habrían pedido quizás unos tres millones; usted le ofreció cuatro pero para que ella no regresara viva; el delincuente aceptó pero con la condición de que fueran seis millones, por eso usted tuvo que hacer otro retiro antes de las dos de la tarde. El esposo no salía de su estupor. Una semana después, uno de los secuestradores fue detenido cuando regateaba la compra de una moto usada, quería transarse en 2 millones. Luego de intenso interrogatorios, confesó; y explicó que seis millones eran más fácil de dividir entre tres que cuatro.
Marcial Fonseca