martes, 20 de septiembre de 2005

683783

20/9/2005

¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará? (Ec. 1.9) Tal como lo dice la Biblia, los hechos se repiten sin cesar y una prueba de ello es la historia que sigue. Sucedió en Caracas hará unas seis semanas. Ya le faltaban pocos kilómetros para llegar a su apartamento cuando avistó una muchacha que pedía cola y que a leguas se veía que era estudiante; se paró, ella tímidamente se montó. Empezaron a conversar, él, como de costumbre, la estudió de arriba a abajo; no sabía mucho de moda, pero la ropa debía ser de los ochenta; sin embargo, el celular que sostenía ella con ambas manos en su regazo era moderno. Como mujer, buen cuerpo, bonita, aunque de rostro muy demacrado. Ella le reveló que estudiaba en la Central y que no salía mucho porque no tenía con quién. Esto le agradó, así que le preguntó si tenía tiempo para hoy, que no porque su madre estaba esperándola. Exploró la posibilidad de salir en otra oportunidad, que no habría problemas, contestó ella. Él le pidió su celular, la muchacha le dijo que lo llamaría para que capturara el número, al hombre le pareció buena idea, ella hizo la llamada, él vio la pantalla y le extrañó que fueran seis dígitos, 683783; la mujer le explicó que era el número especial para cuando salían a buscar almas. Eres protestante, quiso saber él, No, soy católica; pero todos tenemos que recoger almas. Sí aceptó salir conmigo, meditaba él, no debe ser muy santa. Ante el temor de que ella le saliera con eso de que se había entregado al Señor, y que terminara él yendo al culto, cambió de tema preguntándole la dirección de su madre. Y la llevó hasta allá, en la Pastora. Llegaron a la calle, ella le indicó su casa, se despidieron y él quedó sorprendido por lo frío de su mano; antes de que cerrara la puerta del carro, le recordó la invitación. Cuando ya él se enfilaba hacia la Urdaneta, se percató de que el móvil de la muchacha estaba en el asiento. Se regresó, llegó a la casa, tocó la puerta y salió una señora mayor; le explicó que su hija había dejado el móvil en su carro. Mire, señor, mi hija murió hace veinte años, ella de vez en cuando se aparece y cuando vienen a traer un cuaderno, una libreta o algo así, no pasa nada, pero cuando traen el celular, es mala noticia. Él estaba perplejo; la viejita continuó, Traslade el numero que le dio a letras y verá qué significan. Con cierto temblor, hizo lo que le dijo la señora, no le gustó la palabra que se formó; sintió una sensación de abandono, le entregó el aparato a la madre, y se marchó. Tomó la Baralt y luego la Cota Mil; a pesar de lo asustado que estaba y a la alta velocidad que iba, tomó su teléfono y marcó el 683783; oyó un repique, otro, al tercero le salió una grabación con la voz de ella, Hola, soy yo; se te acabó el tiempo en la tierra; te esperamos aquí. Él simplemente abrió los ojos y perdió el control del carro a la altura del distribuidor Altamira. Murió cuando lo llevaban a un hospital.

Marcial Fonseca