jueves, 28 de abril de 2005

Sobre el idioma

28/4/2005

Como siempre, el artículo de este mes es para hablar, sin rigor filológico, del lenguaje. Recordemos que todo el 2005 está siendo dedicado a la celebración de los primeros cuatrocientos años de esa obra monumental que es Don Quijote; esto nos lleva a Miguel de Cervantes y a su muerte, ocurrida el 23 de abril de 1616 y que es el porqué el 23 de este mes es consagrado al idioma. Acotemos, aunque ya muy trillado, que en esa misma fecha, ojo, fecha, también falleció William Shakespeare; pero se ha repetido hasta la saciedad que no murieron el mismo día por seguir Inglaterra el calendario juliano, mientras España, usaba el gregoriano. A pesar de lo manido, se siguen oyendo voces sobre lo asombroso de esta coincidencia. Regresemos al castellano, y expongamos curiosidades idiomáticas. Una que siempre llama la atención son las combinaciones de cómo y el verbo ir. En efecto, a un amigo se le preguntaría ¿cómo te va? cuando queremos saber cómo está o cómo se siente; pero fijémonos en que ese va es la tercera persona del singular, pero se está usando el te, correspondiente a la segunda persona (tú). Ahora, al mismo amigo también le puedo decir ¿cómo te vas?, aquí el vas si corresponde al tú igual que la partícula te; pero se está inquiriendo sobre qué medio usará para movilizarse. Vean cómo cambia si el amigo es tratado de usted. Diríamos ¿cómo le va? y ¿cómo se va?, nótese la misma conjugación correspondiente a la tercera persona (él) en ambos casos, pero para diferenciar el cómo está de cómo partirá usamos le y se respectivamente. Una curiosidad que debe tener una explicación sencilla, pero que escapa al autor. También llama la atención el que existan palabras para designar cosas que no merecen ser mencionadas. ¿Ha pensado usted, amigo lector, en el nombre de las esquinas de los colchones o almohadas? Aunque parezca mentira, la palabra existe y es cogujón. Y hablando de palabras raras, ¿cómo se llama el sudor que no es sudor, sino una ligera humedad en la piel? Por si no lo sabía, es mador; así que si quiere ser pedante, puede decir estoy madoroso. Ahora la curiosidad favorita. Huérfano, huevo, hueco, hueso, producen orfandad, óvalo, oquedad y óseo; esto es, pierden la h. La razón es sencilla. En los inicios del idioma, la letra V, ve pequeña o uve, suplía dos funciones, una vocálica, la u de hoy, y la propia de la v de victoria. Así, se escribía veso o velo, para indicar hueso y huelo, que podían confundirse con beso y velo (en esa época era común intercambiar las v y b) por lo que para evitar enredos, los monjes copistas decidieron colocar una h al principio para indicar el sonido vocálico; y dado que el diptongo VE se transforma en O, no se requería la h en las palabras derivadas. Si está pensando en hospedar y huésped, esas haches vienen directamente del latín. Para finalizar, es cursilería extrema, casi rayana en bardajismo, pronunciar en nuestro idioma la V diferente de la B, es decir labiodental la primera y labial la segunda; por cierto, error este muy frecuente, y de paso irritante, entre muchos profesionales de la radio y televisión.

Marcial Fonseca