El Mundo - 29/3/2005
En la reciente novela del tercer premio Nobel de Suramérica, en verdad que muchos de sus admiradores quedamos con la sensación de que el gran escritor, por alguna razón desconocida, alargó artificialmente la idea del anciano que decide aceptar la oferta de su proxeneta particular de brindarle un virgo. Y yendo al texto, lo primero que choca al lector es encontrarse frases o ideas, que ya son famosas en el Gabo, y que lo hicieron uno de los más grandes del boom literario latinoamericano. Aquí vale la pena recordar que el mismo García Márquez dijo que no se debe exponer al lector a leer dos veces una misma frase; y es lo que hace él cuando nos dice (pag. 13) cuando una persona muere los piojos que incuban en la pelambre escapan pavoridos; esto junto con las uñas que no dejan de crecer, con aureolas de mariposas, los chorros de sangre que serpentean kilómetros, eran las marcas de este escritor en el siglo XX, y que claramente lo inmortalizarán; pero releerlas nos revelan a un escritor cansado. Aunque el realismo mágico son fantasías que la credibilidad del relato y la maestría del escritor nos las hacen ver como realidades, es muy cuesta arriba pensar que un hombre con ya evidente atrofia testicular pueda saborear las mieles ácidas de una virgen; además de que, desde el principio, el lector intuye que el acto sexual no se consumará por lo grotesco que sería describir, entre un anciano de 90 años y una niña de 14, una penetración, sobre todo cuando las primeras letras necesitarán del auxilio de los dedos por la pérdida de su significado. En verdad, es preferible que los cuentos cortos los deje como cuentos cortos. Los amigos del Gabo, más por amistad que por sinceros, han querido colocar la obra de marras entre los clásicos del español; entre estos críticos destaca la opinión del padre de Maqroll el Gaviero, más que la amistad, está la paisanía; y por esta misma causa, otro escritor colombiano, ciertamente no amigo, diría que García Márquez se fue por un desbarrancadero. Ahora, lo que llama la atención a este cronista es la forma como algunos de los que han opinado sobre la obra han tratado el error que apareció en los primeros ejemplares. En efecto, en la página 119 dice: Hagamos una apuesta de viejos: el que muera primero se queda con todo lo del otro, firmado ante notario; esto, que aparece en los ejemplares originales vendidos en Colombia y Venezuela, y que es un sinsentido, fue detectado por Darío Samper (quizás familia de ese gran humorista paisano Daniel Samper) y por nuestro Roberto Malaver, y notificado al Gabo, que cambió el texto a: el que sobreviva se queda con todo. Se quiso ver la primera frase, y su posterior cambio, como algo ex profeso para castigar a los corsarios editoriales, en vez de como lo que es, muestra de senilidad.
Marcial Fonseca