El Mundo - 3/3/2004
El conjunto de computadoras en todo el mundo, unidas entre sí por una telaraña de conexiones, es lo que se ha llamado Internet. Una computadora personal, o próximamente el televisor, cierto equipamiento básico de telecomunicaciones, un suplidor de servicios que conecta, vía satélite, a un punto de la malla, permitirán accesar un mundo ilimitado de información. Por supuesto, ahí habrá desde pornografía hasta el facsímil de la primera edición de Don Quijote; desde la justificación de la acción de Bil Laden hasta los archivos del Vaticano. Internet tiene dos cosas realmente hermosas. La primera, es que la información que se obtiene es gratis (ojo, se necesita la infraestructura básica nombrada arriba, que tiene un costo, y por supuesto, conectarse a través de una llamada telefónica, por ejemplo. Hay otros costos por servicios adicionales como correo electrónico, foros, etc.; pero nosotros estamos hablando de la información asequible en las computadoras que tejen la red). Pasar desde la página web de El Mundo a la de una universidad norteamericana y de ésta a la de la CIA, no cuesta nada. Podemos decir que estamos ante el laberinto borgiano, con la ventaja de que los métodos de selección del material de lectura son mucho más expeditos: basta colocar una palabra clave en algo que han dado por llamar buscador e inmediatamente tendremos todos los documentos contentivos de dicha palabra o concepto. Siempre podría cuestionarse los volúmenes que conforman esta biblioteca. La segunda cosa que lo hace único es que es libre; no hay control de nadie y cualquiera puede poner el material que desee. El criterio de colocación de material está en la gente. Estamos ante una completa anarquía intelectual ordenada, aunque esto suene a oximoron. Este exceso de libertad es criticada. Es decepcionante ver que un conocido director de un periódico francés, no hace mucho, y un escritor venezolano, ya fallecido y famoso por un festival folklórico allá en el 48, solicitaran control estatal sobre el contenido de Internet, basado en que hay demasiada libertad, en que se da cabida a cosas abominables como pederastas, terroristas, etc. Quizás este sea el precio que haya que pagar. La libertad de expresión debería ser restringida por los sutiles hilos de presión de la sociedad; y que el poder estatal actúe a posteriori, nunca a priori. El argumento de que presenta cosas malas es débil. Una analogía pedestre es la selección de la pareja de matrimonio en el mundo moderno; su aleatoriedad (limitada por las influencias del entorno) ha permitido que haya matrimonios que pasan la barrera de los 50 años de casados; de otros que no pasan del primer lustro, y también ha habido filicidios, uxoricidios, etc. Pero este método ha sido mejor que los demás; y no por las cosas malas, se ha pensado eliminarlo. Si se llegara a establecer control sobre este conglomerado de computadoras, simplemente dejaría de ser Internet. Para finalizar, como dato curioso, las siglas WWW se trasladan al español como MMM (malla multimedia mundial).
Marcial Fonseca