El Nacional - 18/9/2000
Qué macabra suerte la de los genios de la literatura, que cuando mueren, o están cerca de fallecer, les atribuyen textos que generalmente no calzan la calidad de los interfectos o simplemente están mal escritos. Detrás de esta lúdrica costumbre quizás se encierre un fino sentido del humor. En la actualidad circula, vía internet, una carta del gran Gabriel García Márquez, dirigida a sus amigos, de despedida por su inminente muerte como consecuencia de la enfermedad que lo aqueja. Hará unos 15 años sucedió algo similar con el poema Instantes que fue atribuido a Jorge Luis Borges después de su muerte. Un locutor argentino la radió bajo la autoría del insigne sureño. Vayamos a la parte literal. Ya ha sido demostrado que el poema no era de Borges. Pero la aclaración, por parte de su viuda y amigos, no se necesitaba. Aparte de que la vida que pregonaba el texto desdecía del pensamiento laberíntico del autor, era inconcebible leer por ejemplo, ``... si pudiera volver atrás, trataría...'' o ``un paraguas y un paracaídas...''. Estas cacofonías, independientemente de si quería arrepentirse, no serían la manera como lo diría un gran escritor. Por el lado del Gabo, ese ``... dormiría más, soñaría más...'', o ``como (sic) disfrutaría de un buen helado...'', no llenan las expectativas de su grandeza. En el texto pseudoborgiano se lee ``... yo fui de esa personas que vivió (sic) sensata y prolíficamente cada minuto de su vida...''. No hay comentario sobre tan infame inconcordancia. En la misiva del colombiano leemos: ``... si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les (sic) ofrecería a la luna...''. Esto no parece haber salido de la misma pluma que dio Cien años de soledad o La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. La forma dulzona de la supuesta carta es más propia de autores que infestan sus poemas con ``tu silencio me ensordece'' o ``tu frialdad me derrite''. Pareciera que estuviéramos leyendo esas columnas que reseñan fiestas de quinceañeras. Hasta ahora, ni Gabriel García Márquez o alguno de sus allegados han comentado nada sobre la carta. Si ella fuera cierta, entonces la cercanía de la muerte estropea la calidad y las creencias.
Marcial Fonseca