El Nacional - 9/6/1999
Frente al espejo, terminó de acicalarse antes de enfrentarse a la calle. Abrió la puerta y se sumergió en el bullicio de una ciudad ennegrecida por una nube plomiza. "¡Catia Catia!" gritó aquél. "¡Compadre! ¿Cómo le fue con los terminales?" se oyó por allá. "¡Nos vemos más tarde!" dijeron por aquí. Ya el ruido infernal de la gente, de los carritos, de las avionetas, de las motos no lo molestaban. Iba pensando en nada cuando a lo lejos vio un brillo argentino en el piso; era una moneda que nadie recogía y que a nadie llamaba la atención. "¡Dame una chicha con canela!" "¡Apártate que no estás asegurado!" protestó ésta. Se acercaba. Cuando estuvo sobre ella no la recogió. Aunque un bolívar es poca cosa, de todas maneras se volteó. "¡Vea por donde camina!", le gritó quien lo había tropezado. "Perdón", atinó a contestar. Pero la moneda había desaparecido.
Marcial Fonseca