El Nacional - 6/8/1998
Estaban dos amigos charlando de los espantos y aparecidos que poblaban la comarca. Hablaron de la Llorona, de la que se montaba en los carros sin permiso del chofer, del Silbón, etc. Luego, las vivencias. -En una de mis guardias nocturnas, un señor vestido de negro rezaba a los pies de un enfermo grave. Días después, el paciente estaba bien. Les comento a los familiares que las oraciones del visitante lo habían sanado. Me dicen que nadie lo visitó. Les hablé del señor de negro, y nos dimos cuenta de que se trataba de José Gregorio Hernández. Otra. En Barquisimeto, una muchacha me pide la cola hasta Duaca. La dejo en su casa, arranco y noto que dejó la cartera. Regreso para devolvérsela y una señora me muestra una foto de la joven, que había muerto 15 años atrás. ¿Qué le parece? -Bueno, a mí me pasó algo misterioso también. Una noche tropiezo con un perro, que reacciona y me espeta: "no me pises o te muerdo". -Mire, ¿usted cómo que me vio cara de bolsa? -¡Ah!, yo sí tengo cara de pendejo y tengo que calarme sus misterios, cuando es más fácil que un perro hable, al menos tiene cuerdas vocales, a que los muertos, putrefactos, anden por ahí.
Marcial Fonseca