El Nacional - 18/12/1997
Con el 2000 en el zaguán y el siglo XXI en la puerta, lo que se esté haciendo para sacar a Venezuela de la tragedia que vive pareciera que no condujera a nada. No sólo las cosas importantes nos muestran un devenir errático, las cosas sencillas también. Veamos. Es cotidiano que cualquier autoridad nos exija una autorización escrita, para manejar un carro que no esté a nuestro nombre. Han nacido bolsas con iniciativa propia que rechazan una partida de nacimiento con más de seis meses de emisión. Nos proveen de una cédula provisional que nadie acepta. Los hijos de los profesores universitarios heredan los cupos (menos mal que no ocupan sillones en nuestras academias). Con el plan de cedulación, nadie cuestiona la concepción orwelliana que presenta. Estas pequeñeces que infestan nuestras vidas son consecuencias, no causas, de la forma como se ha definido el país. Venezuela se parece al final de las películas de Tarzán, donde Chita aparece pitorreándose la cara con el lápiz labial de la muchacha. Esto es lo que hemos estado haciendo con las instituciones que hemos adoptado (políticas, judiciales, sociales, etc.).
Marcial Fonseca